sábado, 26 de mayo de 2018

La casa

El polvo flotaba en los rayos de luz que se filtraban por las contraventanas cerradas. Los suelos, los muebles, todo parecía gris y sucio en aquella oscuridad tamizada por la escasa luz que se colaba por las ventanas. Cuando, durante estos años, imaginaba la casa, la veía limpia y luminosa, como había quedado grabada en su recuerdo; nunca se había planteado que durante quince años se habría ido acumulando el polvo y la suciedad se habría agarrado a los muebles, a los suelos y a las paredes hasta tomar en ellos carta de naturaleza. No lo había pensado y ahora se reía de sí mismo ante la sorpresa que le había causado aquel estado de abandono con el que no había contado.

sábado, 19 de mayo de 2018

El encuentro

Le gustaba pasear por el Muro a media tarde cuando el cielo estaba gris y, de cuando en cuando, se licuaba  en una lluvia fina y persistente que se confundía con la niebla y la bruma que llegaba del mar.
De pronto la vio, estaba reclinada sobre la barandilla mirando el mar que avanzaba en olas cada vez más audaces en su afán de conquistar la playa.
Se detuvo a contemplarla.


Hacía seis, no, siete años ya, que no la veía. Y no había podido olvidarla. Había sido en una cafetería muy cerca de donde se encontraban en aquel momento.
«Me voy de Gijón», le había dicho de pronto con el mismo tono que podría habría dicho que iba al baño o que al día siguiente iría al cine con una amiga. Él la miró en silencio, esperando que se explicara.
«Tengo una oportunidad profesional que no puedo dejar pasar, pero, sobre todo, no aguanto más Gijón y… — dudó un instante—  no te aguanto más a ti».

sábado, 12 de mayo de 2018

Elena

  • Si a aquellos aficionados no se les hubiera ocurrido robar en mi empresa mi vida habría seguido igual que hasta entonces. Pero aquella noche todo fue muy distinto.
    Las luces azules de los coches de policía y mis compañeros y otros trabajadores del polígono, arremolinados tras la cinta policial que impedía el paso, me alertaron de que algo ocurría cuando al dar la vuelta a la esquina enfoqué la calle en la que estaba el edificio en el que trabajaba desde hacía ocho años. Un compañero me dijo lo ocurrido y que esta noche no podríamos trabajar; me recomendó que fuera a hablar con el encargado para dejar constancia de que había acudido — «no vayan a querer joderte el salario de esta noche» — y que luego iríamos a tomar algo — «¡hay que aprovechar, la noche es joven!», dijo alegre como un niño al que acaban de decir que hoy no hay colegio —, por si quería unirme a ellos.
    Hablé con mi jefe y decidí regresar a casa. Había pocas noches en todo el año en las que pudiera dormir con Elena. Cuando yo llegaba a casa después del trabajo ella ya había salido para el suyo y la mayoría de los días nos veíamos sólo unas pocas horas, desde que ella regresaba del supermercado hasta que yo tenía que salir para ir a trabajar.

domingo, 6 de mayo de 2018

El violinista

Hoy no iba a ser un buen día. Las manos me dolían de frío y la plaza se veía bastante llena de gente, así que mis esperanzas de que la función de noche se terminara pronto para poder regresar a mi habitación se esfumaron al poco tiempo de empezar a tocar.
Mis manos estaban muy torpes por el frío y cometía errores que mis compañeros soportaban resignadamente, sabedores de que el frío me hacía sufrir más que a ellos, quizás porque yo provenía de un clima más cálido que el suyo o sencillamente porque era más sensible al frío. Sólo Vasili movía la cabeza de manera ostensible con cada uno de mis errores y eso alertaba al dueño del café que, de otro modo, no sería capaz de distinguir mis fallos.
Por eso yo odiaba a Vasili, porque dirigía hacia mi la furia de nuestro jefe para protegerse él de sus ataques, que se repetían casi cada noche. Sólo había algunas excepciones, cada vez, menos, en los excelentes días de verano en los que los clientes llenaban todas las mesas. El resto de los días todo eran reproches y amenazas. Porque habían tenido más clientes los otros cafés de la plaza, porque habían tenido menos pero habían consumido más, porque con lo que nos pagaba terminaría arruinado, porque el negocio ya apenas daba para pagar los gastos, porque… Porque en el fondo se divertía martirizándonos. Al menos eso era lo que yo creía.

Obituario

  Lo vio en la edición digital del periódico local, su fotografía de al menos veinte años antes y a su lado la palabra obituario. No había d...