La casa estaba sola. Ya siempre estaba sola. Volver a casa cada día era como no volver a ninguna parte. Era la soledad completa. No se trataba de estar solo, sino de “ser” solo. En Javier la soledad era una condición, no un estado.
Hubo un tiempo que no había sido así. Fueron los años que transcurrieron desde que Marisa lo rescató de sí mismo y lo hizo llegar a ser, casi, una persona normal, afable, cariñoso, amante y amado. El amor por Marisa o el amor de Marisa o ambas cosas, lo transformó casi por completo. Casi. Esa palabra también formaba parte de su esencia. Javier era casi todo, pero no había terminado de llegar a ser nada.
Estuvo a punto de ser médico, pero tras años derrochando el tiempo y el escaso dinero de sus padres en la facultad de medicina, acabó por cambiarse a enfermería, ATS se decía entonces, y terminó por ser un médico frustrado que nunca llegó a ser un buen ATS.