sábado, 29 de septiembre de 2018

Casi

La casa estaba sola. Ya siempre estaba sola. Volver a casa cada día era como no volver a ninguna parte. Era la soledad completa. No se trataba de estar solo, sino de “ser” solo. En Javier la soledad era una condición, no un estado.
Hubo un tiempo que no había sido así. Fueron los años que transcurrieron desde que Marisa lo rescató de sí mismo y lo hizo llegar a ser, casi, una persona normal, afable, cariñoso, amante y amado. El amor por Marisa o el amor de Marisa o ambas cosas, lo transformó casi por completo. Casi. Esa palabra también formaba parte de su esencia. Javier era casi todo, pero no había terminado de llegar a ser nada.
Estuvo a punto de ser médico, pero tras años derrochando el tiempo y el escaso dinero de sus padres en la facultad de medicina, acabó por cambiarse a enfermería, ATS se decía entonces, y terminó por ser un médico frustrado que nunca llegó a ser un buen ATS.

sábado, 22 de septiembre de 2018

Compañeros

No es lo mismo tener la intuición de que algo puede ir mal a tener la certeza de que algo ya está yendo mal. Y Pedro tenía la seguridad de que algo estaba yendo muy mal, aunque todavía no sabía qué era. Notaba las miradas de los compañeros de trabajo cuando sabían que él no podía verlos, cuando les daba la espalda, cuando iba al baño o a la máquina de café. Sentía en su nuca, en su espalda, las miradas disimuladas con la misma intensidad que si fueran dardos que le lanzaran con moderada fuerza, casi podía sentir el impacto cuando un nuevo par de ojos se posaban sobre él.

sábado, 15 de septiembre de 2018

Vete

La había conocido una noche en la que el alcohol le hacía sentirse a él más ingenioso de lo que en realidad era y a ella más audaz de lo que aparentaba normalmente.
En su círculo de amigos, Esteban tenía fama de ser buena persona aunque un poquito soso. Es decir que sería la última persona que elegiría cualquiera de ellos para irse de fiesta. Y Eloísa tenía, entre sus amigas, fama de mosquita muerta. Que traducido a su lenguaje significaba que había que andarse con cuidado con ella porque las mataba callando.
Aquella noche el destino quiso que se encontraran cuando el alcohol estaba presente para ser el catalizador de una reacción inesperada.

domingo, 9 de septiembre de 2018

Sin condiciones


Llegó a su casa, se quitó la chaqueta y la corbata y las colgó con cuidado en el respaldo de una silla. Sacó del frigorífico una buena cantidad de hielo, tomó una botella de güisqui y un vaso y salió a la terraza de su ático desde la que se divisaba una excelente vista de la bahía gijonesa. La tarde era inusualmente cálida aun para estar a principios del mes de junio y la mar estaba tranquila allí abajo, mojando perezosa los centímetros de arena seca por los que avanzaba de nuevo, con tesón incansable, dispuesta a recuperar lo que le habían arrebatado hacía ya muchos años, sin prisa, tenía todo el tiempo por delante.
Carlos miró hacia la ladera de la Providencia, hacia el lugar donde una vez creyó que se encontraba la casa de Daniela. Desde donde estaba él ahora era imposible ver nada, si acaso intuir más que ver el edificio. Por las noches, esperaba, absurdamente, descubrir alguna luz que le dijera que la casa estaba habitada, que ella volvía a estar allí, que había vuelto. Era una locura, lo sabía, pero le daba igual.

Obituario

  Lo vio en la edición digital del periódico local, su fotografía de al menos veinte años antes y a su lado la palabra obituario. No había d...