miércoles, 12 de mayo de 2021

Encuentro casual

 

El ascensor se detuvo de pronto y la luz que hasta entonces iluminaba generosamente la cabina, después de un brevísimo instante de duda, se atenuó hasta dejarla sumida en las sombras. Ernesto miró hacia la luz de emergencia y a continuación a la mujer que, instintivamente, sin duda, se había alejado hasta pegar su espalda contra la pared más distante de donde él se encontraba, no era una distancia muy grande, pero el ascensor del centro comercial resultaba amplio para ser ocupado por tan solo dos personas.

一Creo que nos hemos quedado encerrados  一dijo, por decir algo, sintiéndose al instante un perfecto estúpido.

一Eres un gran observador 一le contestó ella, subrayando sus palabras con un gesto de intenso desprecio.

La desazón de Ernesto aumentó ante el desagradable comentario de la chica que, aunque no se había fijado en ella cuando entró, ahora le parecía muy atractiva. Pero decidió aplazar su juicio definitivo hasta poder verla con suficiente luz. Mientras sacaba su teléfono móvil del bolsillo interior de la americana, pensó que también era mala suerte quedar atrapado en un ascensor  y que la compañera de desgracias resultase ser una pedorra. Marcó uno de los teléfonos de emergencia que tenía en la memoria del propio teléfono y, por supuesto, comunicaba. Siguió llamando varias veces siempre con el mismo resultado. Al duodécimo intento observó que el indicador de batería temblaba nerviosamente avisando que la carga estaba a punto de agotarse. Entonces Ernesto escuchó con preocupación cómo, esta vez, al fin, respondían a su llamada. Tardó unos segundos en reaccionar, en parte porque ya había desesperado de que pudiesen responder, y, sobre todo, porque ahora su mayor preocupación era que no se le terminara la batería en medio de la conversación. Habló rápido, expuso su situación y al momento se dio cuenta de su error. Su voz daba la impresión de que estaba angustiado y eso, además de dejarlo como un estúpido ante la mujer,  que lo observaba con curiosidad, tuvo el efecto contrario del que pretendía, pues la persona que estaba al otro lado decidió que, antes que nada, debía intentar tranquilizarlo. De modo que sólo cuando, ante el silencio de Ernesto, supuso que ya estaba más tranquilo, le comunicó que la ciudad sufría un apagón y que ellos dos eran unos afortunados que tendrían que esperar turno, pues había decenas de llamadas con ascensores llenos de gente que necesitaban una  intervención más urgente.

Obituario

  Lo vio en la edición digital del periódico local, su fotografía de al menos veinte años antes y a su lado la palabra obituario. No había d...