El choque fue brutal, atrapado entre los hierros, no podía hacer ningún movimiento para salir del coche. Podía notar las convulsiones y, aunque no sentía ningún dolor, o quizás precisamente por eso, suponía que su estado podía ser muy grave.
No supo cuánto tiempo pasó hasta que comenzó a oír voces a su alrededor, después las sirenas de los coches de policía o de las ambulancias, y también alguno de bomberos, porque pronto los vio por la ventanilla que tenía a su lado y que, sorprendentemente, se encontraba intacta. Le decían que estuviese tranquilo, que enseguida le sacarían de allí.
Pero él no estaba nervioso, sólo estaba asustado, muy asustado. Las voces cada vez eran más débiles y acababa de comprobar que tampoco podía hablar.
Notó, o creyó notar, no estaba seguro, cómo un líquido caliente corría por una de sus pantorrillas y el miedo empezó a transformarse en pánico. No sabía si era sangre o que sus esfínteres no funcionaban. Tampoco estaba seguro de cuál de esas dos posibilidades le preocupaba más.
La chapa del coche empezó a crujir mientras era cortada por la cizalla de los bomberos, pero él apenas oía ningún ruido…
Terriblemente angustiado y empapado en sudor se despertó sintiendo de inmediato el alivio de saber que todo era una sueño.
La habitación estaba oscura. Giró la cabeza a un lado y a otro buscando alguna rendija de luz que le orientara.
Sólo un segundo antes de que una enfermera entrara corriendo en la habitación, vio a la izquierda de la cama, un poco por encima de su cabeza, el monitor con la línea blanca horizontal.
No supo cuánto tiempo pasó hasta que comenzó a oír voces a su alrededor, después las sirenas de los coches de policía o de las ambulancias, y también alguno de bomberos, porque pronto los vio por la ventanilla que tenía a su lado y que, sorprendentemente, se encontraba intacta. Le decían que estuviese tranquilo, que enseguida le sacarían de allí.
Pero él no estaba nervioso, sólo estaba asustado, muy asustado. Las voces cada vez eran más débiles y acababa de comprobar que tampoco podía hablar.
Notó, o creyó notar, no estaba seguro, cómo un líquido caliente corría por una de sus pantorrillas y el miedo empezó a transformarse en pánico. No sabía si era sangre o que sus esfínteres no funcionaban. Tampoco estaba seguro de cuál de esas dos posibilidades le preocupaba más.
La chapa del coche empezó a crujir mientras era cortada por la cizalla de los bomberos, pero él apenas oía ningún ruido…
Terriblemente angustiado y empapado en sudor se despertó sintiendo de inmediato el alivio de saber que todo era una sueño.
La habitación estaba oscura. Giró la cabeza a un lado y a otro buscando alguna rendija de luz que le orientara.
Sólo un segundo antes de que una enfermera entrara corriendo en la habitación, vio a la izquierda de la cama, un poco por encima de su cabeza, el monitor con la línea blanca horizontal.
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