sábado, 26 de febrero de 2022

Ayuda

 

Cuando aquella mañana salió de su casa para aprovechar el esquivo sol de otoño que se dejaba ver por primera vez desde hacía varios días, no podía imaginar la sorpresa que lo aguardaba. Sentado en un banco del parque, con la mirada perdida y el aspecto de que la suerte le había dado la espalda hacía mucho tiempo, estaba Jaime, el compañero del colegio envidiado por todos: sabía conquistar a las mujeres, era un buen deportista, su cuerpo agradecía el ejercicio, era inteligente, buen estudiante y a nadie sorprendió que el éxito en su profesión fuera rápido y fulgurante.

Hacía varios años que nadie sabía nada de él. Había dejado de acudir a las cenas anuales de su promoción del colegio y sus cuentas en las redes sociales estaban sin actualizar también desde entonces.

Y, de pronto, allí estaba. Julio lo observaba desde unos pocos metros, dudando si acercarse y, por fin, lo hizo. 

El encuentro fue algo incómodo durante los primeros minutos, pero Julio se dio cuenta de que el encanto personal de su amigo continuaba intacto y que seguía teniendo aquella especie de imán con el que llevaba a todos a su terreno, a pesar de que, en esta ocasión, lo que contaba era cómo había acabado en la ruina profesional y económica. Quizás no había sido ese el orden, pero daba igual, lo cierto era que estaba arruinado y que profesionalmente, tras la quiebra de su empresa, era un apestado al que nadie quería cerca, con excepción de algunos pobres resentidos que disfrutaban viendo en aquella situación al otrora triunfante.

Jaime le dio su nuevo número de teléfono y quedaron en mantenerse en contacto. Pero Julio ya había tomado la decisión de no llamarlo ni ponerse en contacto con él, porque, tras la palabrería de su antiguo compañero, él creía adivinar una historia un tanto turbia y, seguramente, con algunos aspectos legalmente dudosos. Sin embargo, cuando ya comenzaba a alejarse, Jaime le pidió ayuda: « por favor, échame una mano, necesito un trabajo, de lo que sea; tengo que reconducir mi vida» .


Hacía más de año y medio que Julio, tras su encuentro en el parque, había hablado de su amigo Jaime al gerente de su empresa y que éste, tras una larga conversación con él, decidiera que podía ser el hombre que necesitaban. Y el resultado fue mejor de lo esperado y conseguido en un plazo que nadie se habría aventurado a prever. 

Julio estaba contento de cómo había salido todo, había podido ayudar a su antiguo compañero y para la empresa había sido una auténtica bendición.  En esos meses había retomado la relación con Jaime, la cual pasó de lejanos compañeros de colegio a una sincera amistad. Pero todo se vino abajo cuando su mujer le dijo que se iba a vivir con Jaime con el que mantenía una relación casi desde que lo había conocido.

Después de los consabidos son cosas que pasan, esto no tiene por qué afectar a nuestra relación personal, somos adultos y un largo y falso etcétera, entre Jaime y  Julio, el resultado fue que éste se quedó sin esposa, sin amigo y con un compañero de trabajo que tenía encandilada a toda la dirección de la empresa y del que ya hablaban como el próximo director comercial, lo cual implicaría que pasaría a ser su jefe directo.

Cuando por fin los rumores se hicieron realidad, Julio sé sintió incómodo, pero no intranquilo, él siempre había conseguido los objetivos de su área, tenía buenos y fieles clientes y ésa era su mejor garantía. Es cierto que había anhelado el puesto que acababan de darle a Jaime, pero, en su fuero interno reconocía que éste era mucho mejor que él, que, en realidad, era un jugador de otra liga y en el fondo se consolaba pensando que la situación sería pasajera porque su antiguo compañero no tardaría en volar a alguna empresa más acorde a sus merecimientos y que lo retribuyera en consecuencia. Al fin y al cabo, la suya era una empresa mediana y los sueldos no eran gran cosa.


Sentado en el banco del parque, Julio sentía por primera vez desde hacía muchos años el cálido sol de otoño, de un otoño que ese año era particularmente amable. Era el mismo banco en el que tantos años atrás todo había comenzado a derrumbarse a su alrededor hasta que la demolición fue completa y lo destruyó totalmente. Había ido a propósito porque creía que, de alguna manera, tenía que cerrar el círculo.

En aquel banco había visto a Jaime quince años atrás y, en lugar de olvidarlo de inmediato, como se había propuesto inicialmente, decidió ayudarlo. Sabía que la decisión había sido la correcta y que le habría costado perdonarse no haberlo hecho, pero cómo no arrepentirse de haberla tomado cuando había sido la causa del desastre que, como un huracán, se llevó por delante su matrimonio, su trabajo y su vida.

La progresión de Jaime en la empresa no se quedó en el puesto de director comercial, dos años después y con las ventas y los resultados disparados, el consejo de administración despidió al director general para ponerlo a él en su lugar. Su primera decisión fue nombrar un nuevo director comercial. La segunda, decirle a éste que buscara la manera de poner a Julio en la calle lo más rápido que pudiera y con el menor coste posible.

Todo resultó bastante previsible porque la relación entre ellos se había deteriorado hasta el extremo y Julio sabía que sólo era cuestión de tiempo que Jaime tratara de terminar de destruirlo y, tras la breve relación con su mujer, que había dado al traste con su matrimonio, el golpe definitivo sería dejarlo sin trabajo.


 Diez meses pasaron hasta que Julio se encontró en la cola del paro. Y otros diez hasta que la policía lo detuvo en la calle junto al cadáver de Jaime. 

Se sentía a gusto en aquel banco rumiando sus amargos recuerdos, que sólo se dulcificaban cuando recordaba los ojos de Jaime llenos de terror suplicando que no lo matara. Sonriendo se dijo: mienten los que dicen que la venganza es amarga.





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