domingo, 15 de abril de 2018

Pánico

María tenía la vista fija en el plato con la comida intacta y custodiado por los cubiertos que aún no había cogido. Esteban no podía ver sus manos unidas sobre su regazo porque las ocultaba la mesa que los separaba.
— ¿No comes? —le preguntó Esteban.
— No te quiero —le dijo ella sin mirarlo.
Esteban sonrió sin dar crédito a aquella palabras.
— Vamos, come, se te va a enfriar.
— No te quiero —repitió ella sin dejar de mirar el plato.
— Venga, María, como broma está empezando a dejar de tener gracia — dijo Estaban, ya con gesto serio.
— No te quiero —dijo por tercera vez.
— Quieres mirarme a la cara, por favor —la voz de Esteban denotaba el esfuerzo que estaba haciendo para controlarse.
María levantó la vista y fijó su mirada en los ojos de Esteban que la contemplaban llenos de reproche. El rostro del hombre se demudó, un escalofrío recorrió su espalda. Ella se levantó, recogió el bolso que colgaba del respaldo de la silla y se dirigió a la salida caminando lentamente. Esteban continuó sentado presa del pánico.

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