Hacía más de quince años que no
sonreía. Desde que había visto el vídeo de su actuación en aquel
programa que daba una oportunidad a pequeñas estrellas,
caracterizada como Rocío Jurado, decidió no volver a sonreír,
convencida de que su sonrisa le daba a su rostro un aspecto
desagradable.
Pero ahora, al lado de Jorge, quien
siempre había utilizado para ligar su facilidad para hacer reír,
estaba a punto de faltar a su promesa, que no había roto ni siquiera
estando sola, convencida de que la parte más importante de su éxito
era una autodisciplina férrea.
—Si de verdad me quieres, sonríeme.
No hay nada que valore más que una sonrisa —le decía Jorge
cariñoso, mientras la abrazaba con ternura.
—Si lo hago, quizás no te guste,
quizás me veas fea —respondía Laura, ya casi vencida.
—Nada tuyo puede parecerme feo
—insistía él –.Te adoro.
Laura claudicó hace cuatro meses,
los mismos que lleva Jorge sin dar señales de vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario