La imagen de Elena apareció en la pantalla del teléfono móvil anunciando su llamada. El corazón de Andrés comenzó a latir desbocado. Habían sido muchos meses de mensajes de whatsapp con un “¿cómo estás?”, un enlace a algún artículo que sabía que le interesaba, algún meme divertido, algún “si quieres tomar un café…”... Diferentes formas de decirle “sigo aquí, te echo de menos”. Eran dos o tres a la semana, no quería agobiarla. Pero nunca tuvo respuesta. Desde sus últimas palabras, apoyada en la barandilla de la Escalerona: “Te dejo, Andrés, no puedo soportarlo más”, nunca había vuelto a hablar con él de ninguna manera.
Andrés intentó que se explicara, que le dijera qué había pasado; por qué rompía de aquella manera una relación de casi cuatro años. Pero ella, siguió obstinadamente callada, mirándolo con los labios fruncidos, como si él fuera culpable de algo que sólo ella sabía. Hasta que, por fin, se fue dejándolo allí frente al mar gris y agitado que presagiaba tormenta.
La imagen de Elena seguía riendo en la pantalla.
-¿Quién es, cariño, por qué no lo cojes?
-No conozco el número. Si es un cliente podrá esperar hasta mañana.La fotografía está tomada del blog
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