Vuelva usted el mes que viene
Toñi llevaba más de tres cuartos de hora haciendo cola en la secretaría del instituto de su hijo: «Esto me pasa por despistarme y esperar siempre a última hora, si me descuido se me pasa el plazo de solicitud de la beca». Claro, que eso parecía que les había pasado a todos. La mujer miraba el reloj angustiada, si seguía así perdería la cita que tenía con el médico para la revisión de su hija pequeña, y no estaban las cosas para bromas, ya le había costado Dios y ayuda conseguirla, vamos, que poco más, y la revisión de los siete años se la hacen a la niña a los catorce: «Cosas de la crisis señora Huélamo, con tantos recortes estamos desbordados». Recordaba las palabras de la secretaria del Centro de ¿Salud?
Toñi tenía una maldita manía; siempre que esperaba muerta de aburrimiento en un sitio le daba por mirar las caras de los que, como ella, compartían espera, entraban o salían y, ¡oh Dios!, las caras de todos los que se marchaban en aquel momento no le gustaban nada.
Al fin, tras una paciente dilación, llegó a pie de mostrador. El ansia viva inundó su cuerpo e hizo multiplicar por dos su velocidad al hablar.
— Buenos días, venía para solicitar la beca de mi hijo, un poco más y se me pasa el plazo —soltó de carrerilla y a punto de ahogarse.
— Buenos días, ya veo que trae toda la documentación en regla, voy a comprobar el expediente de su hijo, Iván Mateos Huélamo, ¿verdad?
— Sí, sí.
El hombre se apartó de allí y al cabo de un rato volvió con una carpeta y un gesto no muy esperanzador.
— Pues me temo que este año lo de la beca lo va a tener muy mal.
— ¿Por?
— ¿Es que no se ha enterado que ahora las becas las van a conceder por las calificaciones de los chicos? Sí, ya no vale eso de que los sueldos no llegan. Cosas de la crisis, es una forma más de reducir, ¿sabe? Y es que Iván, bueno que quiere que le diga de su hijo que usted no sepa, no es precisamente un buen estudiante.
— ¿Cómo? Entonces ahora aunque su padre gane una miseria y nos veamos con el agua al cuello a final de mes, ¿no tendremos beca?
— Pues me temo que no señora, porque además veo que ustedes no son tampoco familia numerosa…
— Un momento, me acaba de decir que esas cosas ya no valen.
— Bueno sí, pero quizá, si fuesen más de familia algo se podría hacer.
— Pues a mí me parece que la manutención de cuatro personas ya está bien, con esos sueldos de pacotilla —dijo la mujer indignada.
Toñi salió cabreada de allí y, para colmo, ya no llegaba ni de coña al médico con Laurita, se imaginaba la cara de circunstancias de la recepcionista del Centro de Salud: «Lo siento señora Huélamo, pero ya no va a poder ser hasta el mes que viene; cosa de los recortes».
María José Cádiz
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Tan real como la vida misma.
ResponderEliminarOtro relato reflejo de una triste realidad... la nuestra, la del día a día...
ResponderEliminarBesos, Miren.
Es uno más de la infinidad de casos que ocurren terriblemente en la realidad.
ResponderEliminarY como siempre seguimos aborregados y sin hacer nada. Se convoca una huelga y van dos o cinco de verdad y los demás son perturbados a los que les va la violencia y se apuntan a un bombardero.
ResponderEliminarBien contado. Por lo demás, es tan agónico que no tienen vergüenza, pero no ese señor porque él es un mandado, sino por la pérdida de tiempo de la pobre protagonista.
ResponderEliminarLa educación hace ya tiempo que ha dejado de ser una prioridad en este país. No se conforman con que sea deficiente, ahora quieren que sea privada.
ResponderEliminarBuen micro y muy real.
Un saludo