Llegué al supermercado y nada más entrar me sorprendió el inusual ambiente de euforia que mostraban los clientes, por lo demás, mucho más numerosos de lo habitual, lo que no dejaba de ser también significativo.
Los carros estaban llenos a rebosar de toda clase de artículos, comestibles, productos de limpieza, vinos, cervezas… Parecía haberse desatado un ansia acaparadora propia de las horas previas a algún tipo de acontecimiento extraordinario, un confinamiento, una guerra, algo que provocaría escasez o dificultad para conseguir esos artículos en los próximos días. Sin embargo, que los estantes destinados al papel higiénico estuvieran bien abastecidos y sin muestras de estar especialmente asediados por los compradores, parecía descartar esa posibilidad y sugerir algún otro motivo para el comportamiento compulsivo de los clientes.
Al pasar por la zona de pescadería sorprendí una conversación entre los trabajadores que atendían esa sección.