La vida se había convertido para Ramón en una pesada carga desde que Patricia lo había abandonado. Habían sido muchos años compartiendo todo, tomando decisiones de común acuerdo hasta para las cosas más nimias. Ahora, sin ella, no sabía cómo combinar la camisa con el pantalón o el jersey o qué corbata era la más adecuada con el traje o la chaqueta. Cómo estar seguro de que iba vestido correctamente. Tenía que comer en un restaurante porque no sabía cocinar, llevaba la ropa a la tintorería porque no sabía planchar. Eran minucias, lo sabía, pero eran esas minucias con las que Patricia sabía hacer que la vida fuera más fácil, más bella y agradable y que ahora se habían convertido en esos diminutos guijarros que, a pesar de su escaso tamaño, hacen doloroso caminar descalzo. Y así iba Ramón, sólo y descalzo por un camino lleno de pequeñas piedras y con el sol oculto tras la enorme y oscura nube que era la ausencia de Patricia.
domingo, 11 de noviembre de 2018
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